Vía Garibaldi 25, Camerano

Vía Garibaldi 25, Camerano

Vía Garibaldi 25, Camerano
Tapa del libro «Vía Garibaldi 25, Camerano».

Libro autobiográfico Autor: Antonio Rabini

Colaboración: Isabel V. Krisch

Año: 2006.

Características: Formato: 17,5×23,5 cm. 344 páginas en papel ahuesado de 80 grs. a 1 color. Tapas a 4 colores sobre papel ilustración mate de 350 grs.

Cantidad: 1000 libros.

Sinopsis: Describe las memorias de un inmigrante italiano, su historia y la de su familia.


Prólogo II

(Extracto del libro)

 

No era mi costumbre ir a Mar del Plata en micro, ni volver.

La Ciudad Feliz, como siempre la han llamado, fue mi lugar de descanso de los últimos  treinta y cinco años.

El verano del año 2003, con un país y un mundo caóticos (y pasan los años y crezco hacia la tercera edad y no me habitúo), me encontró volviendo en febrero después de haber cambiado normales vacaciones por actividades de reparación debido a que mi casa, aunque precaria, había sido saqueada.

Mi marido, arquitecto, decidió él mismo reconstruir los desmanes que nos habían producido los rateros y, por este motivo, se quedó unos días más en la costa, mientras yo retornaba a Buenos Aires, a mis tareas docentes de recuperación escolar.

Tenía la intención de terminar de leer un libro que había iniciado y, por qué no, tal vez, dormiría, así el viaje sola y en bus, se me haría más corto. Pero no alcancé a abrirlo, ya que entablé una prolongada y amena conversación con mi compañero de asiento, el señor Antonio Rabini.

No recuerdo cómo se inició el diálogo, pero en una  interesante síntesis, este inmigrante italiano pudo describir su extensa biografía, con pulido vocabulario y rico contenido de anécdotas, en las pocas horas que duró el trayecto.

La casualidad (que algunos dicen que no existe) fue coincidir en el natalicio. Y, más llamativo aún, tener el mismo concepto profundo de la importancia de los valores y de la familia; es decir, del verdadero sentido de la vida.

Casi al llegar a destino, comenté:

—Usted tiene una historia para escribir un libro—, porque siempre tuve la ilusión de encontrar una narración semejante, o quizá, su reseña me recordara los cuentos de mi propio abuelo, otro europeo que vino a buscar su destino a América y que dejó su huella en mi corazón, pero que partió tempranamente, antes de que se despertara mi vocación por la escritura.

—Mis hijas me dicen lo mismo—me respondió entonces el señor Rabini.

Nos despedimos en San Martín, parada donde don Antonio descendió del bus, e intercambiamos teléfonos y direcciones.

Meses más tarde, el 10 de mayo, un sábado soleado en el que celebraba mis primeros cincuenta años, recordé los ochenta y ocho de aquel señor que había conocido en el micro y del cual había retenido algunos de los episodios jugosos de su derrotero.

Le envié entonces un cuento elaborado con, apenas, un pequeñísimo tramo de su nutrida existencia, a modo de obsequio. Y ése fue el comienzo de este volumen que unió a alguien con ganas de relatar con otro alguien con deseos de escribir.

Espero haber transmitido el inmenso caudal, extraordinariamente contado por el protagonista para que este libro deje traslucir la síntesis de un ser muy inteligente, que anduvo mucho camino, que construyó bien y que tuvo carácter y valentía para sostenerlo.

Espero también haber podido describir sus memorias con la altura con las que han sido vividas.

Ha sido un placer ser el instrumento de esta recopilación. Lo tomo como una gran enseñanza para mí, y como un ejemplo.

Isabel Krisch

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